sábado, 16 de abril de 2011

Introduciendo a la juventud en el deporte

Como hay poco que contar de mis prodigios por competiciones en estos dos últimos meses, voy a escribir un poco sobre mi proyecto de futuro: mi equipo de raids con mis dos hijas. Vale, vale, yo tendré más de cincuenta cuando la pequeña cumpla los dieciocho pero teniendo como meta estar como mi suegro a esa edad -cosa que es casi ciencia ficción: una hora diecisiete con cincuenta y tantos años (no conseguí ganarle en una media hasta que no cumplió los 56 y yo tenía veintiocho...)- puede que les aguante el ritmo.

Con Adah hicimos la primera carrera de orientación cuando cumplió tres meses (los mapas cuesta interpretarlos, cuanto antes se empieza mejor) pero con Flor ya hemos hecho la primera con sus dos mesecitos recién cumplidos. Ahora, en los equipos en que corro raids suelo ser el orientador, con permiso de Charlie y de Fran, pero con vista cansada voy a dejar el peso de llevar el mapa a una de las crías: que se peleen ellas por el amor de su padre...

Total, a lo que iba: el tres de abril nos presentamos en Avilés, no con pocos problemas, para hacer la orientación de ese día en categoría Open Naranja que, si bien es fácil para un adulto iniciado y corriendo solo, se convierte en una carrera de máxima dificultad al hacerla seis personas, tres de ellas menores de seis años, con un mapa y tres brújulas. Los seis mencionados éramos mi mujer (Carmela), mi cuñado con su hija (Rubén y Gilda), mis dos crías y yo. Carmela no se atrevía, después de un parón de casi un año sin tocar mapa, a hacer la orientación ella sola, por lo que cojo el mapa yo y les endoso sendas brújulas a las niña mayores (la pequeña, con dos meses, bastante tuvo con dormir dos horas en la mochila que llevaba su madre). Les explico un poco lo del Norte y la flecha roja, lo que es un mapa y para qué no sirve (Dora es muy instructiva) y salimos con cinco minutos de retraso a correr (es un decir) 3'5km con unos 100m de desnivel positivo por los montes de Lorca.

Para nuestra sorpresa, no éramos ni los más lentos ni los más desorientados (de eso me ocupaba yo). Cuando Adah se cansaba, la llevaba yo en la mochila y cuando una ramita se cruzaba en el camino de Gilda ahí estaba su padre para auparla en brazos y que no se arañara. Cuando ya llevábamos 8 puntos de los 14 del recorrido no quedamos terminando la orientación Adah en su mochila y yo con esta en las costillas y el resto se fue a descansar al coche. Más que nada había que terminar la carrera para que no llamaran al helicóptero de la Guardia Civil a por nosotros por no haber terminado la orientación. Pasamos un buen rato padre-hija por el monte, yo diciendo por donde estaban los puntos, haciéndome el despistado cuando aparecía la baliza que siempre encontraba ella y dejando que marcara el punto en la pinza electrónica, cosa que hace mucha ilusión siempre, hasta a los que llevamos haciendo esto algo más de tiempo.

Al final terminamos la carrera en poco más de dos horas y fuimos los terceros por la cola. Gratificante experiencia que en breve repetiremos.

Por mi parte, no pude hacer la media de Elche por lesión (llevo muy cargados los soleos de tanto correr por monte) y la carrera de orientación de distancia ultralarga de Calasparra fui a correrla por echa el domingo por el monte, intentando correr por pista de punto a punto, tranquilo, sin competir, pero iba tan cargado que lo pasé fatal, subía mejor que bajaba, con mucho miedo de hacerme daño en los tobillos y, al final, con una sobrecarga en el cuádriceps derecho que no me dejaba correr. Un desastre, pero hay más cosas que competir y ahí estamos, haciéndolas.

Nos vemos por el monte,
Carlos.